Yemen: pobreza, hambre y muerte tras seis años de guerra civil
El conflicto, en el que participan Arabia Saudí e Irán y que no parece tener fin, ha resultado en lo que la ONU califica de la mayor catástrofe humanitaria del mundo
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Dos cosas dice George Orwell sobre la guerra en su libro ‘1984’. Una, que su esencia es la destrucción. Dos, que cuando se convierte en continua ha dejado de existir. Que la violencia de una guerra, cualquier guerra, trae consigo destrucción es incuestionable; que cuando es continua pasa a ser inexistente deja más lugar a la duda. El próximo 22 de marzo se cumplen seis años desde que comenzara en Yemen una guerra civil que continúa y que no por eso ha dejado de existir. Se habla menos de ella de lo que se debería, pero después de seis años el conflicto yemení parece estar más cerca de prolongarse que de concluir. A día de hoy, el país está también más cerca de seguir destruyéndose que de comenzar la reconstrucción.
Una reconstrucción, política y social, era la que durante la Primavera Árabe de 2011 reclamaba una sociedad yemení harta de corrupción y de pobreza. Tal y como sucedió en otros países árabes, las protestas supusieron el fin de un régimen político que había durado más de 30 años. A la fuerza, Ali Abdalá Saleh renunció al cargo en 2012, pero la caída del presidente no trajo consigo democracia y prosperidad a Yemen. Así lo entendieron los hutíes, una norteña comunidad yemení que en 2014 dijo basta y se levantó en armas, derrocando a Abdo Rabbu Mansur Hadi (sucesor de Saleh) y haciéndose con el control de una porción del norte de Yemen. Saná, la capital, y Hodeida, el puerto más importante del país, fueron a parar a manos de los hutíes.
Eva Erill, presidenta y co-fundadora de Solidarios Sin Fronteras, la única ONG de origen español que opera en Yemen, cuenta que los hutíes se habían sentido siempre marginados. Y que entre ellos había “unas cuantas cabezas pensantes que pedían cosas lógicas como la representación parlamentaria o un reparto más equitativo de los recursos”. Erill señala que el anterior presidente, Saleh (asesinado por los hutíes en 2017), no solo les prometió a los hutíes muchas cosas que nunca cumplió, sino que además asesinó a muchos de sus cabecillas, dejando el liderazgo de los hutíes en manos de “pastores de cabra con kalashnikovs”. Fue todo este caldo de cultivo el que propició que los hutíes terminaran por rebelarse contra su propio Gobierno, anticipando una cruenta guerra civil que comenzó en 2015 y que todavía perdura en el tiempo.
Guerra de guerras
Apenas comenzada, la guerra civil entró en una nueva dimensión cuando “a petición del presidente de la República”, dice Mohammed Maudha, máximo representante diplomático de Yemen en España, Arabia Saudí (donde está exiliado Hadi, amenazado de muerte por lo hutíes) entró en acción junto con otros países árabes sunitas para que Hadi pudiese restaurar el poder en Saná. Y con ese objetivo los saudíes han bombardeado Yemen ininterrumpidamente desde el 25 marzo de 2015.
Lo han hecho, además de en coalición con algunos países árabes, con el apoyo logístico y militar de Francia, Reino Unido y Estados Unidos, cuya entonces administración de Obama (y Biden) aceptó asistir a sus aliados en Oriente Medio. Así fue, según Fernando Carvajal, miembro del panel de expertos de la misión de la ONU en Yemen desde 2017 a 2019, con la condición de que Mohammed Bin Salman, príncipe saudí, “cumpliera con su promesa de resolver el conflicto en seis meses y con la garantía de que, a cambio de asistencia militar, los saudíes no se entrometieran en las negociaciones de los estadounidenses con Irán por el pacto nuclear”.
Esos seis meses se han convertido, de momento, en seis años. Seis años en los que los bombardeos de Arabia Saudí en las zonas controladas por los hutíes se han llevado por delante la vida de decenas de miles de civiles, incluyendo niños. Esto ha sido y sigue siendo así porque los hutíes, enemigos de los saudíes, viven en áreas que están al lado de escuelas y de hogares yemeníes. Fernando Carvajal señala que Arabia Saudí se escuda en que “sus bombas son inteligentes y que por eso no dañan las casas de la población civil”. Una excusa nefasta, según Carvajal: “¿En qué cabeza cabe que sus bombas no perjudican a los civiles cuando las casas en Yemen están hechas, literalmente, de lodo?”.
En cualquier caso, los seis años de intromisión saudí en Yemen no se pueden reducir a que buscan restituir a Hadi en el poder. Es más, según Carvajal, Arabia Saudí “lleva involucrada en Yemen desde hace más de 100 años”. El hecho de que quieran ahora recolocar a Hadi “es solo una excusa”, apunta Eva Erill, quien señala que la de Yemen “es también una guerra entre Arabia Saudí e Irán por el control de la zona árabe y por la estratégica conexión entre Asia y África con la que cuenta Yemen”. En esa guerra, además, también participan otros grupos insurgentes como Al-Qaeda o el Movimiento de Yemen del Sur.
En lo que respecta a las dos grandes potencias de Oriente Medio: Arabia Saudí, máxima representante de la rama sunita del Islam, no quiere dejar que Irán, que ejerce el liderazgo de la rama chiita (y que apoya a los hutíes porque éstos son también chiitas), expanda su influencia política y religiosa en la región. Mohammed Maudha señala que el objetivo de Irán es “exportar la revolución iraní a Yemen, propagando la doctrina chiita” y que, en esta guerra de guerras, “los intereses políticos, económicos y geopolíticos son la principal motivación detrás de las diversas posturas internacionales”.
Eva Erill: “A las niñas las utilizan para darlas en matrimonio; a los niños los convierten en soldados”
Con esta guerra de guerras pasa lo de siempre: al final, quienes pagan los platos no son quienes los han roto, es decir, quienes promueven y participan de la guerra. Es la población civil quien se lleva la peor parte. Ha pasado en otros países de Oriente Medio como Afghanistán, Iraq, Siria… y está pasando en Yemen, donde acontece lo que la Organización de las Naciones Unidas califica de la mayor catástrofe humanitaria del mundo. Es también la más grave, probablemente, en lo que va de siglo XXI. Calcula la ONU que hasta 233.000 personas han perdido la vida. Y que un niño yemení muere cada diez minutos. Y que 400.000 de esos menores están en peligro de desnutrición aguda severa. Y que más de 20 de los casi 30 millones de yemeníes que habitan el país necesitan desesperadamente asistencia y protección.
“La sociedad yemení cayó en un estado de colapso debido a esta guerra que afectó a muchos, por lo que la pobreza se extendió y el número de desplazados y refugiados aumentó”, señala Mohammed Maudha. En ese colapso, Eva Erill subraya que lo que se está haciendo por ejemplo con las mujeres “no tiene nombre”. En el territorio controlado por los hutíes, éstos, manifiesta Erill, “están encerrando a las mujeres en sus casas, además de segregarlas en los cafés, en los colegios, en la sociedad… A las niñas las utilizan para darlas en matrimonio. A los niños los secuestran para convertirlos en soldados”.
Esta situación de profunda crisis humanitaria es la que llevó a Eva Erill, junto con Noèlia Ruiz y Faten T., a fundar en julio de 2015 la organización Solidarios Sin Fronteras. Sin la tercera de las fundadoras, que está en Yemen, “no podría la organización existir ni funcionar”, según Eva Erill, porque Yemen es “el país más corrupto del mundo y el dinero no llega en muchas ocasiones donde tiene que llegar”. Así, a Faten se le envían fondos recaudados cada mes para que se pueda proveer de asistencia humanitaria a parte de los millones de yemeníes que la necesitan.
La labor de esta organización española resulta, por ejemplo, en que cada mes 27.000 desayunos vayan a parar a casi 1.500 niños yemeníes repartidos en tres colegios distintos. También han logrado que refugiados de tres campos distintos tengan acceso a 500.000 litros mensuales de agua potable, cuya ausencia en Yemen ha propiciado que enfermedades como el cólera se propaguen, amenazando la vida de personas cuyas vidas ya estaban suficientemente amenazadas antes. En total, Solidarios Sin Fronteras ha provisto de ayuda directa de primera necesidad a más de 45.000 personas.
¿Sin luz al final del túnel?
El futuro de Yemen no es precisamente alentador. Mohammed Maudha asegura que la “guerra no continuará indefinidamente” y que, tarde o temprano, tendrán que sentarse en una “mesa de diálogo en la que todas las partes hagan concesiones”. El problema es que los hutíes ni quieren negociar, ni les interesa. O que no quieren porque no les interesa. Fernando Carvajal apunta que en un contexto en el que la facción hutí está “aplastando a aquellos con los que tiene que negociar”, a los insurgentes no les puede convencer nada de lo que sus rivales le puedan ofrecer. “Los hutíes no van a aceptar otra cosa que no sea un final del conflicto en el que ellos decidan las fronteras, y ninguno de sus rivales va a estar de acuerdo con eso nunca”, concluye Carvajal.
“No hay luz al final del túnel porque si los hutíes siguen ganando no van a querer sentarse con quienes están perdiendo”, resume Carvajal. Y, si no hay negociación, no hay ni habrá paz. Un proceso negociador que resulte en una paz duradera parece ser uno de los objetivos prioritarios de Joe Biden en política exterior. En lo que va legislatura, el 46º presidente de los Estados Unidos ha apostado por paralizar la inclusión de los hutíes en su lista de grupos terroristas, por suspender la venta de armamento a Arabia Saudí y por fortalecer la diplomacia en Yemen. Al respecto, Mohammed Maudha dice que ha sido un error no etiquetar a los hutíes de terroristas porque “ha mandado el mensaje equivocado y el grupo armado ha intensificado sus ataques en Marib”. Eva Erill, por su parte, señala que “los yemeníes no tienen muchas esperanzas puestas en el nuevo Gobierno estadounidense”. Además, añade, “Biden dijo que quería diplomacia en Yemen y a los cuatro días estaba bombardeando Siria”.
De momento, Biden no ha podido cumplir con su promesa de suspender la venta de armas a Arabia Saudí, optando al final por limitarla. Fernando Carvajal apunta que el presidente “tuvo que cambiar su discurso porque no tiene forma de explicar que deja a un aliado en la región vulnerable ante los ataques de los hutíes”. Pero Carvajal matiza que es en cualquier caso positivo que se vaya a limitar porque “con Trump no había ningún límite, les vendía todo lo que los saudíes pidiesen”. Sean las armas vendidas pocas o muchas, el ala más progresita del Partido Demócrata estadounidense cree que vender armas a Arabia Saudí es ser cómplice de las muertes que causan los saudíes y las bombas que éstos lanzan en Yemen, que no son pocas.
Fernando Carvajal: “Si los hutíes siguen ganando no van a querer sentarse con quienes están perdiendo”
Si la hipótesis anterior es acertada, entonces otros países de Europa como Francia, Reino Unido, Italia y España también son cómplices. Eva Erill asegura que España continúa vendiendo armas a Arabia Saudí, y también que precisamente suspender la venta de armamento por parte de la comunidad internacional a Yemen es uno de los tres pilares básicos para que se termine la guerra y para que se resuelva la crisis de pobreza, hambre y muerte que asola al país árabe. Los otros dos pasan por el “fin del bloqueo en puertos y aeropuertos para que entre ayuda humanitaria” y por el “fin de los bombardeos saudíes sobre la población civil en Yemen”.
De la comunidad internacional Mohammed Maudha espera que “asuma su responsabilidad, afronte seriamente la catástrofe humanitaria en Yemen y ponga fin a este conflicto”. No habrá fin del conflicto si no hay voluntad política para darle fin, sin embargo. A su vez, la inacción política por parte de los actores ya involucrados así como de los que tendrían que involucrarse más, condena a un Yemen de muy joven población a un futuro muy incierto y muy oscuro. Sobre ese futuro para los yemeníes, Eva Erill reconoce que la paz es difícil porque “hay muchos bandos y mucha división social”. Una situación que imposibilita que haya pronto una salida pacífica a la guerra y que resulta en que muchos en Yemen acaben por pensar lo que Erill cuenta que en su día expresó una de las personas que trabaja en la organización desde Yemen. Decía así: “la mayoría de nuestros sueños son derechos en otros países”.
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Un informe de la ONU ha llegado a decir que en Yemen ha habido crímenes de guerra de los que Estados Unidos, Francia y Reino Unido podrían ser cómplices.
Esto sobre cómo los diferentes bandos utilizan a los niños para combatir en la guerra.
Arabia Saudí es uno de los países que más dinero dona a la ONU. De ahí que la ONU tuviera que sacarla de una lista en la que se incluía a los saudíes como responsables de ataques sobre niños en Yemen. Más, aquí.
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