Menos estigma y más recursos: la vacuna para la pandemia de la salud mental
El agravamiento de la salud mental en la población española ha descubierto las carencias de un sistema de atención psicológica que requiere de tratamientos más eficaces, más psicólogos y más inversión
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Más de la mitad de españoles admite haber experimentado estrés, agobio o tristeza durante la pandemia. Cerca de esa mitad ha sentido ansiedad o miedo. Un tercio de la ciudadanía reconoce haber llorado. Éstos son solo algunos de los datos recogidos por un estudio del Centro de Investigaciones Sociológicas sobre salud mental, agravada en buena parte de la población española a causa del Covid-19. Desde los confinamientos hasta la ausencia de contacto social pasando por los problemas laborales, la pandemia ha traído consigo otra pandemia, que no es quizá tan visible pero que está ahí. Y que guarda relación con un escenario de incertidumbre. En algunos casos, también de desesperanza.
El resultado ha sido lo que Antonio Cano, presidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés (SEAS), califica de “alteraciones en las emociones, que pueden pasar a ser transtornos”. En concreto, Cano apunta que a lo largo de la pandemia “se han duplicado los síntomas de ansiedad y estrés”, y lo hace destacando que en España “ya estábamos mal antes, con una atención precaria”. En términos parecidos se expresa María Dolores Gómez Castillo, decana del Colegio Oficial de la Psicología de Castilla-La Mancha (COPCLM): “Cuando vino la pandemia, ya sabíamos que esto iba a suceder”.
Quizá porque lo anticiparon, el COPCLM habilitó durante el confinamiento una línea telefónica para quienes experimentaran un exceso de ansiedad, estrés o agobio. Gómez Castillo asegura que atendieron “a más de 1.000 personas, en su mayoría (el 78%) por situaciones de ansiedad. Aunque también por inestabilidad, duelo o miedo al contagio y al fallecimiento”. La decana de la organización castellano-manchega, satisfecha con el servicio prestado, subraya no obstante que la demanda al alza de asistencia psicológica “tendría que haber sido cubierta también por parte de gobiernos y administraciones públicas”. Habilitó un teléfono el Ministerio de Sanidad, sí, pero desde el sector llevan años señalando que hay menos psicológos en la sanidad pública de los que tendría que haber. En pandemia, esta y otras carencias del sistema han quedado al descubierto.
Vanessa Vilas: “No se garantiza el acceso al tratamiento psicológico”
Vanessa Vilas, vicepresidenta de la Asociación Nacional de Psicólogos Clínicos y Residentes (ANPIR), señala que el impacto de la pandemia se ha notado y que “un sistema que ya era precario antes” ha puesto de manifiesto que “no se garantiza el acceso al tratamiento psicológico”. Así, los expertos lamentan que en la sanidad pública española haya solo 6 (no llega) psicólogos por cada 100.000 habitantes, una cifra tres veces inferior a la media de la Unión Europea, lo cual explica, en parte, que quien necesita ayuda en España vaya a parar a una lista de espera en la que puede estar meses. Vilas incide, además, en que tanto el número de psicólogos como las listas de espera varían según región, lo cual provoca que una mejor o peor atención psicológica “dependa del código postal de cada persona”.
Que el sistema sea precario e insuficiente no hace justicia al compromiso establecido por el legislador en diferentes periodos a lo largo de los últimos años. Vanessa Vilas sostiene que la salud mental, golpeada con fuerza por y durante la pandemia, “es un derecho amparado en la ley que hay que hacer efectivo”. Así tiene que ser, defiende Vilas, para que pueda disfrutarlo quien no tiene dinero para pagarse una terapia por lo privado, que es la alternativa cuando por lo público se tiene que esperar meses o simplemente no se puede ser atendido adecuadamente. Esto provoca lo que Vilas califica de “una situación de privilegio”. En ese aspecto, Gómez enfatiza en que son precisamente los que no pueden permitirise pagar un tratamiento quienes más lo necesitan. Y explica que “los que menos recursos tienen van a tener más problemas. Los que se han quedado sin trabajo, los que se tienen que hacinar con sus familias. Se genera un caldo de cultivo con malestar general, tristeza o suicidios”. Por eso, la decana del COPCLM defiende que para mejorar la salud mental “paliar los problemas económicos de la crisis es fundamental”.
Deberes y derechos
Parece pues importante facilitar que este derecho pueda ser disfrutado por quien lo considere oportuno y necesario. Y que quien tiene el deber de garantizar ese derecho, lo haga. Antonio Cano arguye que “son los políticos quienes tienen que priorizar los gastos y decidir dónde van las inversiones”. Lo mismo concluye Gómez Castillo, quien recuerda que “en 2008 hubo recortes importantes en el ámbito de la salud mental y que, desde ese momento, no ha habido muchas mejoras”. Por su parte, Vanessa Vilas reclama a la clase política que aparque “las batallas políticas que cuestan vidas”, y les pide “responsabilidad y humildad” para llegar a acuerdos transversales que aborden la problemática de la salud mental. A estas demandas se suman las de Cano, que recuerda que “en todo el mundo solo se dedica un 4% de investigación a la salud mental, cuando sus problemas generan más discapacidades que los de salud física”. Cano también pide a los políticos españoles que abandonen la polarización, porque “para convivir se necesita cordura y diálogo”.
En algunos casos, es la salud mental, o la falta de la misma, la que resulta en lo mencionado arriba por María Dolores Gómez: el suicidio. En España, el suicidio es la primera causa de muerte no natural y se calcula que 10 personas se suicidan al día, 3.600 al año. Vanessa Vilas manifiesta que hay cierto “tabú” con el tema, pero que “cualquier cifra de muerte evitable tiene que parecernos excesiva”. Recalca también que es durante las crisis económicas cuando la cifra de suicidios crece, ergo que tendría que ser también durante las crisis cuando se tiene que trabajar más para evitarlo.
Antonio Cano: “Los problemas de salud mental generan más discapacidades que los de salud física”
Para abordar el problema, silenciarlo no puede ser una opción, como ocurre con los suicidios. En cuanto a la salud mental, para abordarla, estigmatizarla tampoco puede ser una opción. Según Nel González Zapico, presidente de la Confederación Salud Mental España, “el estigma desalienta a las personas a reconocer su problema de salud mental y seguir un tratamiento”, lo cual conduce a su vez a que no se “se reciba tratamiento en el inicio del transtorno, por lo que este se agrava”, asegura. Antonio Cano, por su parte, alude a que “hay estigma en la sociedad y hay estigma en cada uno de nosotros”. Y pone un ejemplo: “Algunas personas tienen vergüenza de llorar en público, cuando llorar es lo más natural del mundo. Si no tenemos vergüenza de reír, ¿por qué vamos a tener vergüenza de llorar?”.
A pesar de que el estigma perdura, en el ámbito de la psicología celebran que la salud mental empiece a formar parte del debate público. Lo ha hecho, en parte, por las ya varias intervenciones en el Congreso de los Diputados de Íñigo Errejón. Gómez Castillo reconoce que “ha sido positivo porque se le han puesto palabras a algo que estaba pasando y que nadie nombraba”. Y no solo es que se esté hablando más, es que también está habiendo quienes comparten sus experiencias con respecto a la salud mental en prime time. Esto, señala Antonio Cano, es también importante porque “una de las cosas que más ayuda como remedio natural para manejar las emociones más intensas y más desagradables es el apoyo social. Si no lo cuentas te estás privando de uno de los remedios naturales más poderosos para recuperarte”. El cambio de tendencia en el debate público, que parece que existe, no es sin embargo suficiente para solucionar un problema cuya solución es a largo plazo.
Más psicólogos y menos fármacos
Es fundamental que se inviertan más recursos, pero también que se utilicen mejor. Eso es al menos lo que defiende Antonio Cano, quien subraya que en España la mitad de lo que se gasta (23.000 millones de euros del total de 46.000) en salud mental va destinado a transtornos como la ansiedad y la depresión, los más prevalentes. Cano argumenta que con menos fármacos (según ANPIR, España es líder europeo en su consumo) y mejor tratamiento estos transtornos tendrían que suponer menos inversión y mejores resultados. Y lo mismo expone Gómez Castillo, que desvela que “se ha demostrado con evidencia científica que hay tratamientos más eficaces que los tradicionales de consultas rápidas y fármacos”. En ese sentido, Antonio Cano asegura que “entrenar a las personas a manejar sus emociones es entre tres y cuatro veces más eficaz que anestesiar los síntomas con psicofármacos”.
En lo que respecta a aumentar el ratio de psicólogos por cada 100.000 habitantes, Vanessa Vilas propone ampliar las plazas del PIR de las 198 actuales a las 422. Ello podría contribuir a que se alcanzaran los 12 psicólogos por cada 100.000 habitantes, lo cual resultaría en una “cobertura adecuada” por parte del sistema de atención psicológica, señala Vilas. Sin embargo, habría que seguir trabajando para poder conseguir que fuesen 20 por cada 100.000 habitantes, lo recomendado a nivel internacional. También se reclama que los psicólogos estén más cerca de quien precise de sus servicios: María Dolores Gómez afirma que llevan mucho tiempo solicitando más psicólogos en atención primaria, y la demanda es justificada porque, apunta, alrededor de la mitad de las consultas en atención primaria son psicológicas. Sobre esta petición, Vilas sostiene que “reduciría tiempos, costes y psicofármacos; y tambíen se podría tratar a pacientes de forma precoz, aliviando las cargas del sistema”. Por su parte, González Zapico plantea “un modelo de atención comunitaria en el que profesionales de distintas disciplinas participen en la atención a la persona, a través del diálogo, de la escucha y de tratamientos más humanos”.
Nel González Zapico: “Es más necesario que nunca aumentar los recursos humanos y económicos que se destinan a la salud mental”
En lo que va de pandemia, el 6,4% de españoles ha acudido a un/a profesional de la salud mental. Puede que ese porcentaje hubiera sido mayor si más personas se lo hubiesen podido permitir y también puede que con menos estigma más personas se hubiesen planteado pedir ayuda. De momento, el Gobierno central ha prometido actualizar la Estrategia Nacional de Salud Mental, invirtiendo 2,5 millones de euros. “Un paso necesario”, apunta González Zapico, subrayando no obstante que “queda muchísimo por hacer y que es más necesario que nunca aumentar los recursos humanos y económicos que se destinan a la salud mental”. Es asimismo importante, según Gómez Castillo, que haya “planes de prevención que se cumplan”. Sobre el estigma, Vanessa Vilas opina que “no hay salud sin salud mental” y que para cuidarla se necesita “una mayor concienciación para facilitar un ambiente sano que nos permita manejar emociones como el estrés y el sufrimiento”. Antonio Cano, por su parte, no solo sostiene que es importante la conciencia social, sino también que se mantenga en el tiempo. De no hacerlo, subraya, “el debate de estas semanas durará poco”. No merecen que el debate se diluya quienes han sufrido las peores consecuencias de la pandemia a nivel mental. Sí merecen más recursos. Y menos estigma.
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