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Estefanía Molina: "La polarización es una distorsión de la democracia"

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Estefanía Molina: "La polarización es una distorsión de la democracia"

La periodista y politóloga analiza los últimos cinco años de la política española en su libro: "El berrinche político"

Adnán Leal
May 30, 2021
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Estefanía Molina: "La polarización es una distorsión de la democracia"

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A los buenos días domingueros 👋🏽

Os planteo, sin preámbulo alguno, la siguiente pregunta: ¿qué momento de la política española creéis que ha sido el más importante de los últimos cinco años? Ha habido muchos, y muy variados, desde luego…

La mayoría, si no todos, los repasa Estefanía Molina en su nuevo libro. También en la vigésimo primera publicación de esta newsletter para lo crítico y lo reflexivo, a la que te puedes suscribir dejando aquí tu correo electrónico:

Estamos a 29 de mayo de 2021 (qué cerca está ya el verano ) y la entrevista la lees en unos 11 minutos. Vamos a ello.


Foto: Nines Mínguez

El período más increíble de la democracia española desde la Transición. En esos términos hace referencia Estefanía Molina (Igualada, 1991) a todo lo político y socialmente acontecido en el último lustro, que no es poco. Entre otras cosas, la politóloga y periodista habitualmente colaboradora en medios como El Confidencial, La Sexta u Onda Cero, destaca un berrinche generalizado e instalado en el sistema político español. El proceso lo analiza y desgrana en su nuevo libro, precisamente titulado “El berrinche político” (Destino).

Pregunta: En el momento en el que empiezas a escribir el libro, ¿tenías un berrinche con la clase política?

Respuesta: No tenía un berrinche, pero sí un objetivo didáctico de explicar a la gente lo que ha pasado. Son los años en los que me vine a vivir a Madrid, fundamentales para mi desarrollo como periodista y como persona, y que además coinciden con el período más increíble de la política española desde la Transición. En el libro analizo lo que parecía que iba a suponer el ciclo que estábamos viviendo y lo que ha terminado siendo.

P: Para referirte al origen de ese ciclo te remontas al 15M, en el que se vislumbró que parte de la ciudadanía estaba hastiada porque veía que la política no solucionaba sus problemas. ¿Es este uno de esos “vicios” de la clase política de los que hablas en el libro?

R: No es solo uno de los principales vicios, es también uno de los principales motivos de este berrinche político. Ha habido una virtualización del juego político en la que el marketing, los relatos y los sondeos han capturado el fondo de la democracia. Esto ha pasado por las características del período, con una lucha fratricida entre viejos y nuevos partidos, sucesivas elecciones, redes sociales, fragmentación de audiencias…

P: En ese escenario de descontento, señalas que ha sido fácil para extremistas y populistas atraer el voto de ese hastiado electorado. ¿Qué otras razones, además del descontento social, explican el ascenso de estos movimientos?

R: Tiene una explicación en el año 2015 y la tiene ahora. Por entonces, se quiso causar ilusión diciendo que el sistema se podía regenerar, que se podía hacer más transparente y que no tenía que obedecer a los dictámenes de la Unión Europea. Era un populismo esperanzador. Cinco años después, el extremismo y las pulsiones iliberales vienen de la resignación y el cabreo de que las cosas no han cambiado como parecía que iban a cambiar. En España se vive una situación de precariedad, y las identidades son fáciles de espolear a través de las condiciones materiales. Eso lo explotan los nuevos populismos.

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“El marketing, los relatos y los sondeos han capturado el fondo de la democracia”

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P: Otro de los focos del berrinche lo sitúas en el procés, del que dices que su complejidad social y política exige algo más que leyes y tribunales. Y que necesita de carisma y cierta flexibilidad. Seguramente, los indultos sean parte de esa flexibilidad. ¿Pero están las dos partes dispuestas a ser flexibles? Ese “ho tornarem a fer”…

R: Creo que a veces los cambios parecen sutiles y que no nos damos cuenta de ello hasta que se ve con perspectiva. En la Catalunya de 2017 las calles presionaban y las élites avanzaban hacia la unilateralidad, había una retroalimentación que culminó con el referéndum ilegal. Eso se rompe con la sentencia del procés, tras la que se da una ruptura entre las élites y las calles. Por la sentencia, pero también por el hecho de que el Govern no iba a hacer nada más por el independentismo. Ahora, Junts y la CUP pueden decir lo que quieran, pero Pere Aragonés no dice nada de referéndum ilegal. Eso de que lo volverán a hacer, bueno, yo creo que lo que tendría que preocupar es que las bases del procés vuelvan a apretar y a avivar ese malestar.

P: ¿Pero entonces, si se diesen, servirían de algo esos indultos o no?

R: A ver, lo que no va a pasar es que de repente digan que no son independentistas. Van a seguir trabajando por ese propósito, pero no va a haber otro 1 de octubre. ERC habla de una generalitat republicana porque su idea es que no hay masa social para culminar la independencia. Van a trabajar para lograr más apoyos, pero eso no es equivalente a montar otro 1 de octubre. Quieren que las bases se conformen con eso y esa aceptación está en parte de la sociedad catalana. El 1 de octubre ha causado mucho dolor.

P: Con independencia de la política catalana, se ha extendido estos años esa  visión yo diría que hegemónica de que los políticos no sirven para nada. Pero hay también buenos políticos, ¿no? ¿Tendría el periodismo que decir esto más veces?

R: Los periodistas no estamos para hacer juicios morales sobre si un político es bueno o malo. En mi libro yo digo que ninguno es esencialmente bueno o malo, eso lo juzgan los ciudadanos. En términos generales, no tendríamos que decir que todos los políticos son iguales, pero la política la valora cada uno a su manera. Hay gente que lo valora como algo técnico: ¿el Gobierno está cuadrando los presupuestos o no? ¿Rinde o no rinde? Luego hay otras personas que dicen que quieren participar más, no quieren votar cada cuatro años solo. Quieren que cuando haya una manifestación el Gobierno los escuche. Es difícil que la política conforme a todo el mundo, por eso decidir si un político es bueno o malo es personal.

P: Aludes, no pocas veces y no de forma positiva, a esa suerte de política marketiniana que se ha abierto paso en el período que analizas. ¿Qué opinión te merecen quienes están al mando de esas estrategias de marketing político, los llamados spin doctors?

R: No son la causa, sino la consecuencia de lo que ocurre en el sistema comunicativo político y social. Antes había una television y el presidente enviaba un mensaje y ya está. Ahora hay redes sociales, 200 medios digitales, etc. Esa fragmentación hace que el spin doctor sea la persona que intenta driblar todo eso, porque el objetivo del político es que el mensaje llegue sin intermediarios, y eso se hace con marketing, eslóganes, conceptos abstractos, simplificación de los mensajes… Puede que el papel del spin doctor haya vaciado la política de ideales y de responsabilidad porque si lo que haces o dejas de hacer es en función de los sondeos, se pierde su esencia. Ahora, esa manera de proceder no ha salido del spin doctor, sino del político. La responsabilidad es del político.

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P: Pones también el acento en que las gentes de España se han politizado y eso, dices, es bueno. Pero también indicas un problema: los que más se han politizado han sido los más ideologizados, que participan de la vida política consumiendo información que retroalimenta sus posiciones. ¿Dónde está el equilibrio, si lo hubiese?

R: Lo ideal sería que la gente se informara y que saliera a votar porque nos organizamos en un sistema social que se rige así. Cuanta más gente forme parte más legitimidad tiene ese sistema. Pero hay democracias donde hay algo de distorsión. Como la polarización, que es una distorsión de la democracia porque se basa en la emoción, en la identidad, en los comportamientos estancos… Todo eso va en contra de los consensos y el pluralismo, por eso hay autores que dicen que hay que tener cuidado con exaltar las bondades de la alta participación. Es la llamada crítica al participacionismo.

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“Los nuevos partidos venían a capitalizar el desgaste de los viejos; tenían muchas ganas de tocar poder”

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P: “Es muy complicado encontrar un titular que no hable de bronca”, dijiste en una entrevista hace poco. ¿Se ha beneficiado el periodismo de esa polarización? A más ruido, más audiencia. A más audiencia, más ingresos... Lo sugirió hace poco Gonzo, en un gesto valiente. Y muchos señalan a las tertulias televisivas como un foco de esa polarización.

R: Yo creo que se hace una crítica descarnada a las tertulias, que no son solo tertulias. Son también programas de información, donde hay espacio de tertulia. Se vende la idea de que la gente se grita, pero hay también politólogos, médicos, sociólogos… No hay que coger la parte por el todo. Y hay que tener en cuenta que este formato ha ayudado a la repolitización de la sociedad y a que haya más ganas de consumir información. Si fuese un rollo nadie lo vería, la gente no quiere ver a un busto parlante durante ocho horas. Quiere un ritmo más fresco. Personalmente, yo no voy a los sitios a polarizar.

P: También hay formatos, como La Ínsula, donde dos personas (Eduardo Madina y Borja Sémper) de distinta ideología y principios dialogan sin bronca alguna sobre temas de actualidad. ¿Tienen cabida estos formatos?

R: Yo sí creo que hay un nicho para eso, para que gente a través de una posición más calmada y con más argumentos pueda discrepar. Los sitios alternativos a los que me están invitando estos días tienen mucha audiencia y son formatos sosegados. No obstante, se han hecho experimentos que demuestran que en el momento en el que le pones a alguien una información que refuta lo que piensa, se produce un efecto rechazo. En la sociedad están las ganas de reafirmarse, de rechazar lo que le contradice.

P: Resultó curioso algo que dijo Girauta en el Salvados de hace unas semanas, aludiendo al pacto de Ciudadanos con el PSOE en 2016: “fue fácil”. Entonces, capacidad de llegar a acuerdos transversales sí parece que hay. ¿Crees que si los políticos llegaran a más acuerdos de este tipo el berrinche no sería tal?

R: Hubiese sido menos, pero no hemos tenido en España un multipartidismo de llegar a acuerdos. Los nuevos partidos venían a capitalizar el desgaste de los viejos; tenían muchas ganas de tocar poder. Mientras, los viejos intentaban hacer ver que el multipartidismo era un lío para que les votaran a ellos. El pacto de Ciudadanos con el PSOE, ¿por qué no se repite en 2019? Pues porque se había introducido la lógica del coste electoral. Si Ciudadanos cedía ante el PSOE eso le hubiese penalizado en su intento de conquistar la derecha, y el PSOE temía el desgaste con Podemos a su izquierda. No hay voluntad de pactos ni permeabilidad entre los bloques, por eso uno de los berrinches de los que hablo en el libro es el de la transición del bipartidismo al bibloquismo.

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“El desberrinche vendrá de corregir todo aquello que ha cambiado estos años y que no nos gusta”

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P: Estos días has hablado mucho de una vuelta a la política centrada en las necesidades materiales. De que Ayuso triunfó porque habló de los problemas de la gente y de que Mónica García hizo lo propio por hacer algo parecido. En los próximos años, ¿más materialismo puede significar menos emoción, ergo menos berrinche?

R: En el momento en el que ha estallado la pandemia la ciudadanía le ha dicho a los políticos que ya basta de esos shows que montan, que las cosas de comer son importantes. El ciclo marketiniano se tolera mejor en tiempos de calma, pero en el momento en el que hay crisis hay más polarización y más decibelios. Es más, uno de los elementos que está demostrado que genera polarización es la desigualdad, porque el malestar forja identidad. Si las condiciones socioeconómicas son buenas, es más probable que la polarización no sea tanta. Pero en tiempos de necesidades materiales la gente reclama que se hable de sus problemas: alquiler, trabajo, comer…

P: ¿Qué haría falta entonces para que pudieses escribir un libro titulado “El desberrinche político”?

R: Al final, la tesis del berrinche político es que había una esperanza de un cambio de sistema, con transparencia y nuevas demandas. Cinco años después, no gusta lo que ha hecho la política con nuestras demandas. Ha sido algo más destructivo que constructivo. Ha sido imposible que se llegue a acuerdos. Dentro de los partidos queríamos que la militancia eligiera a los líderes y estos líderes se han vuelto más cesaristas. El Congreso lo queríamos más transparente y ahora es un patio. El Gobierno parecía que iba a ser más dialogante y abusa de los decretos-leyes. Para el desberrinche político, la gente tendría que tener la sensación de que el sistema se vuelve a estabilizar. No es volver a un punto inicial, sino corregir todo aquello que ha cambiado estos años y que no nos gusta.


Extra, extra 💭

  • Sobre el 15M, esta conversación entre dos personas que no entienden la política ni el mundo de la misma forma, pero que intercambiaron argumentos y reflexiones sobre parte del origen del libro hoy desgranado.

  • Para quien quiera refrescar la memoria sobre ese 15M: menos de tres minutos de vídeo.


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La semana próxima, más y mejor, si se puede. Ya sabéis, amigos suscriptores, que El Pragma es vuestro Pragma y que podéis enviarme un correo a adnanleal@gmail.com para lo que consideréis. ¡A disfrutar del último domingo de mayo! Nos leemos,

Adnán

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