Las banderas no crean empleo
Invertimos un tiempo precioso en discutir sobre símbolos nacionales y logos gubernamentales mientras el 40% de la juventud española no tiene trabajo
¡Hola, pragmátic@s!
Primeramente, me gustaría agradecer a todas aquellas personas que han leído, compartido y/o se han suscrito a la newsletter. No es sin embargo el número de lecturas o suscriptores lo mejor que he sacado de esta recién comenzada aventura periodística. Lo más positivo ha sido, sin duda, conocer que la esencia de este proyecto llega en buen momento, en uno en el que nítidamente he percibido que hay mucha, muchísima gente harta de tanta polarización, de tan insulsos debates y de tanta trinchera ideológica. Es alentador haber recibido mensajes de personas que consideran que El Pragma y su objetivo son necesarios en los tiempos que corren.
También han sido alentadores los mensajes recibidos de gente que confía en que puedo aportar mi granito de arena en lo que viene a ser la despolarización del debate público. Mi reto pasa por mantener intacta esa confianza, pero sobre y ante todo, por que seamos colectivamente capaces de despolarizar y de tratar los grandes temas de España y del mundo desde lo constructivo y no desde lo destructivo. Si estás leyendo esto y consideras que es buena idea subirte a bordo, puedes dejar tu correo electrónico abajo para que la despolarización llegue directamente a tu bandeja de entrada 😉 :
Sin más dilación, al lío.
Quisiera antes de nada un servidor mencionar lo improbable de que en una España próspera y despolarizada este artículo hubiese visto la luz del día. Primero, porque en una España próspera no cabría seguramente la necesidad imperiosa de crear empleo, como sí cabe en la España real. Segundo, porque en una España despolarizada se hablaría mucho más de lo que nos une y mucho menos de lo que nos separa, una idea que desarrollo abajo en estas líneas. Por resumir, estas letras no serían tal cosa en esa hipotética España porque no hubiese hecho falta que así fuera. Desgraciadamente, la España de hoy no es ni un país próspero ni un país despolarizado. Al revés.
Si al lector le parece, vayamos por partes. Esto NO es una afrenta ni a los símbolos nacionales en general ni a las banderas en particular; ni al patriotismo ni al no patriotismo. No considero que sea ni siquiera una afrenta a nada en concreto. Es, sobre todo, una invitación al sentido común y al pensamiento crítico. Es también un llamamiento a que nos dediquemos en España a reñir menos sobre temas que no llevan a puerto alguno y a dialogar más, mucho más, sobre problemas que requieren de solución. Es asimismo un toque de atención a la clase política, sobre todo, pero también a la clase mediática. Permítaseme elaborar al respecto en los párrafos venideros.
¿Cómo se atreven?
Hubo dos episodios a lo largo de las ya pasadas navidades que me dejaron perplejo. El primero de ellos fue el revuelo que se montó porque el Gobierno de España colocara el logo del Gobierno de España en el envoltorio de las primeras vacunas que llegaron a un país, España, donde gestionar que esas vacunas lleguen a España es tarea del Gobierno de España. ¡Gravísimo! Clamaron los hunos. El segundo capítulo es el “escándalo” de que Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid de España, “ordenara” (en esos términos lo plantearon algunos) proyectar la bandera de España en el Ayuntamiento de Madrid, es decir, en la capital de España. ¡Intolerable! Gritaron los hotros.
Vamos a ver, ¿tan raro es que un envoltorio que ha llegado a España porque así lo ha gestionado el Gobierno de España tenga una etiqueta con el logo del Gobierno de España? ¿Tan extraño es que la presidenta de la región donde está la capital de España decida proyectar la bandera de España en el Ayuntamiento de la capital de España? Anonadado me quedé en su día y anonadado sigo hoy en día. Quiero pensar que no fui ni soy el único.
Podríamos debatir sobre si el Gobierno hizo lo que hizo por motivos propagandísticos o si Isabel Díaz Ayuso “ordenó” que se proyectara la bandera de España para sacar tajada política. ¿Cómo se atreven? Debieron pensar muchos políticos y muchos periodistas de este país cuando ambos episodios tuvieron lugar, dejando en mí la desagradable sensación de que invertimos un tiempo precioso en discutir sobre símbolos nacionales y logos gubernamentales mientras, por ejemplo, casi la mitad de la juventud española no tiene empleo. Mal, muy mal. Todavía peor si se tiene en cuenta que no es solo que las mencionadas polémicas suelan tener mayor espacio en el debate público, sino también que existe la percepción de que problemas como el paro juvenil apenas disponen de espacio. Apenas cuenta este embrollo con la atención con la que debería, tanto en lo político como en lo mediático. Esa es al menos la conclusión que sacó ayer quien escribe estas letras, yendo y preguntando directamente a la juventud, con el siguiente resultado:
Álvaro, 24 años: “Sí se informa de ello, pero no se le da la importancia que merece porque la actualidad la marca la agenda política”.
Natalia, 25 años: “La política se centra más en reformas educativas. Los medios en temas que consideran más imprescindibles”.
Julián, 23 años: “No se visibiliza la importancia de los jóvenes en el futuro. Será complicado que esta generación sustente a los mayores”.
Alonso, 24 años: “Los políticos solo critican y en los medios hay temas más suculentos para crear polémica y, por consiguiente, dinero”.
Alba, 22 años: “La situación del paro juvenil está bastante normalizada. Se habla pero no tiene repercusión ni impacto”.
Nacho, 24 años: “Si no se trata en política, en los medios mucho menos”.
Diego, 27 años: “Los medios podrían darle voz a este problemón, no entiendo por qué no lo hacen”.
Manuel, 26 años: “Los políticos apenas miran al presente, se centran en el pasado y dejan de lado al futuro”.
No hay país en la UE con más paro juvenil que España
Como indica el amigo Álvaro, del tema sí se informa en los medios y es de justicia reconocerlo. Basta una búsqueda rápida en Google para corroborarlo. (Quisiera brevemente mencionar que, a pesar del malestar general en la población con respecto a los medios, en España hay y se hace muy buen periodismo). Sigo: la sensación de que el tema del desempleo juvenil no se trata lo suficiente ahí está, sobre todo y especialmente entre la juventud, que es a la postre el sector que más sufre el bochornoso vacío político-mediático.
Prácticamente nadie de a quienes planteé ayer la cuestión respondió que sí es un problema que se aborda habitualmente. Muchos jóvenes de este país se sienten abandonados, despreciados y obligados en demasiadas ocasiones a hacer las maletas y marchar al extranjero porque no pueden encontrar un trabajo digno en su madre patria. El drama es doble, porque es lógico pensar que la juventud que emigra ha sido en su mayoría educada en España, ergo España pierde los beneficios de sumar a su mercado laboral a una de las generaciones mejor preparadas de la historia. Es también un drama lo que comenta Alba: hemos normalizado que cerca de la mitad de jóvenes españoles quiera y no pueda trabajar. Terrible.
Lo dije la semana pasada y lo vuelvo a repetir: el primer paso para resolver un problema es identificarlo. Me atrevería a decir que el problema está más que identificado. Si así es, ¿por qué nadie habla de posibles soluciones? ¿Por qué hablamos más de lo que quizá no deberíamos hablar tanto y menos de lo que seguramente deberíamos hablar mucho? Me cuesta entenderlo, y creo que a gran parte de la juventud española, también. Es un suicidio colectivo no dedicarle horas, muchas horas, primero a que haya consciencia de la magnitud de este embolado y segundo a que cada cual ponga de su parte para arreglarlo.
En su día, el periodista polaco Ryszard Kapuscinski aconsejaba a los adultos que había que escuchar a los jóvenes, que había que prestarles atención. Que la clase política y mediática no siga ese consejo aboca irremediablemente a España a seguir siendo el país con más desempleo juvenil de toda la Unión Europea. Y no precisamente por poco: los últimos datos disponibles, de noviembre del año pasado, nos ponen a la cabeza, arrojando que aventajamos en siete puntos porcentuales al segundo, Grecia, y que la tasa española es más del doble que la de la media de la Unión Europea y casi cuatro veces mayor que la de países como Polonia o Hungría. Y luego que si bandera por aquí y que si logo por allá.
Las banderas sí podrían ser el reflejo de un compromiso político, mediático y social por solventar la tragedia del desempleo juvenil
Concluyendo que es gerundio: ni podemos ni debemos centrarnos en asuntos nimios cuando tenemos por delante otros asuntos muy importantes que resolver...y ojalá el desempleo juvenil fuese el único. No lo es. Hay muchísimos más y la mayoría son muchísimo más importantes que los símbolos nacionales y los logos gubernamentales. Pienso que a un país lo une la voluntad colectiva de trabajar para que quien lo habita goce de una vida próspera, digna y plena. Y que a una patria la sostienen quienes se lo curran cada día para solucionar los problemas de la gente, no quienes se dedican a añadir a esa gente más preocupaciones de las que ya tiene.
No se me ocurre nada mejor para despolarizar el debate público que hablar más de lo que nos une y menos de lo que nos separa; y no se me ocurre mayor acto patriótico que el de no abandonar a su propia suerte a una generación entera. Las banderas no crean empleo, pero sí podrían ser el reflejo de un compromiso político, mediático y social por solventar, entre otras cosas, la tragedia del desempleo juvenil. Puede que en un futuro ese reflejo nos transporte mentalmente a la conclusión de que las banderas, al fin y al cabo, sí crean empleo. Quién sabe. Por desgracia, no creo que hoy en día ese sea el caso. De momento.
La pregunta de la semana es:
Se invita al lector a que responda en los comentarios a la siguiente cuestión: ¿Qué otros problemas requieren de solución en España y por qué no gozan de la atención requerida?
El Pragma recomienda:
Tal y como avancé, El Pragma no es solo un espacio periodístico, es también divulgativo. Consecuentemente, se recomienda esta semana al lector lo siguiente:
Dos artículos: uno sobre un tema del que también se debería hablar más y otro sobre quienes hablan demasiado de temas de los que deberían hablar menos. Una extensión a la publicación pragmática de hoy, vamos.
Esta escena de la película ‘Alejandro Magno’. Personalmente, me quedo con los 21 últimos segundos.
Es justo apuntar que descubrí esa escena gracias al podcast Filosofía de Bolsillo, de Diego Civilotti. Una gran herramienta para acercarse al mundo de la filosofía.
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Las banderas no crean empleo
Sobre los "hunos" y los "hotros", un apunte: es una expresión que utilizó Miguel de Unamuno para referirse a los dos bandos enfrentados durante la Guerra Civil. Puede el lector conocer más al respecto pinchando en el siguiente enlace: https://www.abc.es/cultura/abci-miguel-unamuno-muerte-1936-entre-hunos-y-hotros-201909290105_noticia.html